PELEA DE GONDOLEROS Y ALGO MAS
- asconian
- 9/04/2025
- 4
- 5
- 0
La bruma de la noche cubría el canal, y el agua oscura reflejaba los faroles temblorosos como espejos. Estefano remaba con fuerza, los músculos marcados tensos bajo la camiseta húmeda, cuando la góndola de Marco apareció de repente frente a él. Sus embarcaciones se rozaron levemente, provocando un pequeño tropiezo que hizo que ambos soltaran un resoplido. El contacto inicial era mínimo, pero suficiente para encender la tensión que flotaba en el aire.
—¿Crees que este canal es tuyo? —gruñó Marco, la voz grave, los ojos brillando con desafío.
—Ni lo sueñes —contestó Estefano, acercándose con pasos firmes—. Pero si quieres problemas, los tendrás.
Ambos flotaron en silencio un instante, midiendo al otro, sintiendo la electricidad de cada roce de hombros mientras ajustaban el equilibrio sobre las góndolas. Finalmente Marco rompió el silencio:
—Mañana, bajo de la casa abandonada. Sin excusas.
—Allí estaré —respondió Estefano con una media sonrisa, mezcla de amenaza y anticipación—. Y no te arrepentirás.
Al día siguiente, el bajo de la casa abandonada estaba sumido en sombras. El polvo flotaba en el aire y la humedad hacía que cada respiración pesara más. La luz del sol penetraba por las ventanas rotas, iluminando los torsos de ambos hombres mientras se quitaban las camisetas, revelando músculos tensos y brillantes de sudor. Sus ojos se encontraron y, sin mediar palabra, el combate comenzó.
Primera parte: fuerza bruta y cuerpo a cuerpo sin técnica
Se lanzaron uno contra otro, choque de torsos, abrazos que comprimían músculos contra músculos, cada empujón una prueba de poder. Sus piernas se enredaban mientras caían al suelo polvoriento, rodando, cuerpos pegados, hombro con hombro, cadera contra cadera. Cada giro, cada caída, cada empujón prolongado enviaba descargas eléctricas por sus cuerpos.
Marco empujó a Estefano contra una pared derruida; Estefano respondió presionando su torso contra el de Marco, empujando con fuerza, girando, casi rodando sobre él. Sus respiraciones eran rápidas, entrecortadas; jadeos mezclándose con gruñidos bajos. Las manos buscaban apoyo pero también contacto: hombros, brazos, espalda, cada roce prolongando la tensión.
—Hoy voy a enseñarte quién manda —gruñó Estefano, tensando cada músculo.
—Primero tendrás que atraparme —respondió Marco, con una sonrisa que era amenaza y deseo a la vez.
Cayeron una y otra vez, rodando, rozándose, abrazándose, intentando dominar al otro solo con fuerza y reflejos. Cada caída era un contacto prolongado: torsos presionándose, caderas que rozaban, piernas entrelazadas. No había técnica, solo instinto, poder y deseo latente en cada movimiento.
Segunda parte: lucha violenta con golpes
El forcejeo se transformó en violencia pura. Puños comenzaron a volar, impactos secos resonando en el bajo. Patadas, empujones, agarres que lanzaban al otro contra el suelo, caídas y levantadas rápidas. Cada golpe era cargado de fuerza; cada choque de torsos enviaba descargas eléctricas por sus cuerpos.
—¡Maldito! —gritó Estefano, lanzando un puñetazo que Marco apenas esquivó.
—¡Vas a sudar sangre antes de que esto acabe! —respondió Marco, impactando su puño contra el hombro de Estefano.
Se lanzaban el uno contra el otro, empujando y rodando, cuerpos pegados, hombro con hombro, pecho contra pecho. Cada contacto aumentaba la tensión: músculos que se tensaban, torsos que se rozaban, piernas buscando apoyo y contacto, cada choque prolongando la cercanía física. Las paredes resonaban con cada impacto; el polvo flotaba y mezclaba su sudor con la tierra del suelo.
Finalmente, exhaustos, ambos cayeron al suelo del bajo, jadeantes, músculos temblorosos y cuerpos pegados. Marco, respirando con dificultad, miró a Estefano con mezcla de desafío y rendición:
—No… me rindo —susurró, voz ronca.
—Menos palabras y más contacto —murmuró Estefano, acercando su frente a la de Marco. Y sus bocas colisionaron
Tercera parte: pasión tórida y prolongada
El roce de frentes, caderas y torsos encendió un calor eléctrico que los envolvía. Las manos exploraban hombros, brazos y espalda, cada gesto prolongando la tensión y despertando deseo contenido. Sus respiraciones se sincronizaban, jadeos mezclándose, cada roce intensificando el calor que subía por sus cuerpos. Sus pollas endurecidas se buscaban.
—Eres imposible de dominar… —susurró Marco, voz temblorosa.
—Y tú imposible de ignorar —contestó Estefano, rozando suavemente la mandíbula de Marco, bajando lentamente hacia el cuello, disfrutando de cada segundo de contacto.
Se movían instintivamente, torsos presionados, brazos entrelazados, piernas rozándose, explorando el calor y la fuerza del otro. Cada gesto prolongaba la conexión: cada roce, cada presión, cada torsión de caderas y brazos aumentaba la pasión silenciosa que los unía.
Durante largos minutos permanecieron así, sudor mezclado, cuerpos pegados, respiraciones compartidas. No había vencedores ni vencidos, solo dos hombres unidos por un fuego nacido de la lucha y consumado en la pasión intensa del bajo abandonado, un vínculo imposible de ignorar, tenso y profundo, que los mantenía atrapados en un instante que parecía eterno
WRESTLING TALE: CABBIES FIGHT
- asconian
- 9/03/2025
- 0
- 1
- 0
Two Madrid cabbies. Two bastards who’ve hated each other for years. Tonight, under the park lights, they finally face off.
Engines off. Doors slammed. Shirts ripped off and thrown to the dirt. Muscles flexing, eyes locked.
Jaime spits to the ground, snarling:
“You’ve been running your mouth for too long, hijo de puta. Tonight I shut it for good.”
Felipe cracks his knuckles, smirking:
“You? You’re nothing. I’ll put you on your knees, cabrón.”
They lunge — fists flying, meat on meat. Jaime’s right hook smashes Felipe’s jaw; Felipe answers with a fist into Jaime’s ribs, hard enough to rattle bone. Grunts, curses, blood spraying with every blow.
“Come on, bitch, hit me harder!” Jaime roars, ramming Felipe against a tree. Felipe drives a knee into his gut, snarling:
“You’re going down, asshole — I’ll break every bone you’ve got!”
They roll in the dirt, clawing, punching, spitting blood in each other’s faces. Felipe’s knuckles split open on Jaime’s cheek. Jaime’s forehead cracks Felipe’s nose. Both are bleeding, both are furious, both refuse to quit.
Sweat, blood, spit — dripping onto the ground as fists keep hammering. Breath ragged, bodies shaking, but still they fight like animals. Every punch is slower now, heavier, more desperate.
Finally, both collapse, side by side, gasping, their faces swollen, eyes blazing with hate. Neither can stand. Neither can claim victory.
Only silence, broken by growls. The war between them is far from over.
